Pedagogía Montessori
«Somos una ayuda para la vida, un instrumento de apoyo y guía del niño en la tarea de edificar los cimientos de su personalidad.»
Maria Montessori
Decía María Montessori que la mayor señal de éxito como profesores es podernos decir “ahora los niños trabajan como si yo no existiera”. Y éste es nuestro propósito como adultos implicados en el proyecto educativo El Majuelo, que los niños alcancen tal grado de concentración, satisfacción y autoconstrucción que les permita desarrollar sus potencialidades al máximo, respetando su guía interna.
Queremos que el espacio educativo sea una extensión del hogar, un espacio donde los niños y los adultos tengamos ganas de volver al día siguiente, un ambiente preparado para responder a las necesidades reales del niño a lo largo de su desarrollo y donde podamos trabajar desde los valores del respeto a uno mismo, a los demás y al entorno que nos da cobijo y del que somos responsables.
El ambiente
El ambiente preparado es uno de los tres pilares de la pedagogía Montessori, junto con los materiales de desarrollo y el rol del adulto. Hablamos de un ambiente preparado a nivel físico en el sentido de un espacio bello, luminoso, conectado con el espacio exterior, libre de estímulos innecesarios, ordenado y organizado a la medida del niño, donde cada silla, mesa, cesto, fuente de luz, planta o material pedagógico está cuidadosamente dispuesto para satisfacer las necesidades de autoconstrucción del niño.
Pero se trata también de un ambiente psíquico, de un lugar armónico que invite a una convivencia tranquila y pacífica, donde se trabajan los vínculos entre pares y con los adultos, se definen los acuerdos, los límites y la vida en comunidad.
Un ambiente en el que convivirán niños de 3 a 6 años, como una extensión de la vida real en donde pequeños, medianos y grandes se mezclan, generando situaciones de aprendizaje colaborativo, de una forma completamente espontánea y vivencial.
Es indispensable la existencia de un ambiente preparado, con todas las actividades dirigidas a un fin, que hacen posible que concedamos libertad a los niños. La libertad Montessori nada tiene que ver con dar al niño la libertad para hacer lo que le gusta, sino que se trata de una libertad disciplinada que conduce a la realidad, los niños son libres de hacer lo que es correcto y lo que no interfiere con el bienestar de los otros niños.
Es una libertad que se obtiene gradualmente en constante interacción con el entorno. En la medida en que los niños hayan adquirido primero la capacidad para actuar solos y después el conocimiento sobre cómo utilizar los diversos materiales, estarán suficientemente preparados para gozar de libertad en la clase.
De ahí la importancia del material de desarrollo Montessori, que no consiste tanto en darle al niño nuevas impresiones como en dar orden a las impresiones que va recibiendo.
Los materiales
El adulto velará por el uso correcto de los materiales y los dispondrá en un orden escrupuloso en cada una de las áreas curriculares: Vida Práctica, Sensorial, Matemáticas, Lenguaje, Áreas Culturales (Botánica, Zoología, Geografía, Historia) y Expresión. El orden externo genera el orden interno del niño que le permitirá dar sentido y estructura a todas las impresiones que va recibiendo del entorno. Decía Montessori que la mano es el camino del cerebro y permite al niño construir el intelecto, pasar de lo concreto a lo abstracto a partir de la exploración mediante manipulación, los sentidos, la repetición y los ejercicios de prueba y error.
Los materiales Montessori están basados en el método científico y cumplen fines muy específicos que el adulto conoce y que va ofreciendo al niño acorde con sus necesidades evolutivas. El niño se mueve libremente por el espacio y decide trabajar con el material que en ese momento responde a su periodo sensitivo y que supone un aprendizaje significativo. El adulto habrá mostrado previamente el uso correcto del material en una presentación individual o grupal y dará un paso atrás para que el niño explore y llegue al momento de concentración en el que aprende de una forma satisfactoria y placentera, siguiendo su guía interna.
Tal como expresaba María Montessori, si realmente queremos respetar el desarrollo natural de un niño y su lucha instintiva para que se les permita hacer las cosas por sí solos, debemos apegarnos a la máxima “toda ayuda inútil dada a un organismo en crecimiento, detiene su desarrollo”.
En este punto entra en juego el tercer pilar: el rol del adulto, que pone al niño en relación con el ambiente, somos facilitadores del aprendizaje, por eso se nos conoce como Guías. Damos las ‘llaves del mundo’ al niño para que puedan tener la experiencia por si mismos del entorno que les rodea y aprendan a valorarlo, al igual que a las personas que lo habitamos.
La gran diferencia con otras pedagogías más convencionales es que el adulto no instruye, pero sí acompaña desde una práctica reflexiva cuyo principal eje de trabajo es la observación. De poco sirve contar con un ambiente equipado con todos los materiales Montessori, si el adulto no interioriza y trabaja profundamente su rol de observar y acompañar al niño desde el respeto, con humildad y con una convicción profunda de que todos los niños tienen la capacidad de florecer y desplegar todo su potencial.
El rol del adulto
Desde esta perspectiva, la práctica pedagógica se convierte en un regalo para el adulto y para los niños, en una retroalimentación que evita mucho estrés a ambos, sin dejar de cumplir con los objetivos del currículum oficial, pero llegando a las mismas competencias por otros caminos. El niño explorará en un ambiente donde los límites y el amor van de la mano y el adulto se nutrirá de un intercambio que nos reta cada día a no dar nada por sentado, a mantener la capacidad de asombro despierta y en consecuencia, a cimentar nuestro propio desarrollo.
Los tres pilares descritos contribuirán a una de las máximas realizaciones planteadas por la filosofía Montessori: la independencia del niño.
Desde el Majuelo creemos que ésta independencia se conquista gradualmente a través del trabajo guiado en un ambiente preparado, donde el niño pueda aprender a sentir, pensar, escoger, decidir y en general, actuar libremente por sí solo.
Siguiendo con las palabras de Montessori, nuestro objetivo es agitar la vida de los niños y dejarles libres para que se desarrollen al máximo.